Estas letras las relleno de color rojo, con perdon a los daltónicos, pero el color rojo es el de la sangre, la violencia, y sangre es lo que se derramó el pasado viernes en el País Vasco.
Impotencia. Esa es la palabra que definiría el sentimiento con el que mi cuerpo reaccionó al enterarse de la noticia de la muerte del ex-edil del PSE, Isaías Carrasco, tras ser tiroteado cuando salía de su casa en Mondragón.
¿Por qué? No entiendo esa forma de actuar, esa forma de acabar con la vida de una persona inocente, una persona de la cual no dependen los ideales descabellados de esta banda, sin duda terrorista, denominada ETA. NO quiero con estas palabras ahondar más en el tema, reciente, en torno de una muerte, porque es triste que tengan que ocurrir estas cosas para que nos demos cuenta de que el problema sigue ahí. Sólo dejar constancia de ello y dedicarles unas palabritas a esos cobardes: hijos de puta.
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